viernes, 9 de marzo de 2012

Reflexiones sobre qué es ser mujer en el Día Internacional de la Mujer

Este es el primer Día de la Mujer que disfruto junto a mi hijo. Lo cuál me llevó a reflexionar sobre mi visión de lo que era ser mujer antes y después de ser madre.

Desde pequeña siempre creí que para triunfar y ser exitosa en la vida tenía que estudiar y tener un trabajo respetado. A medida que fui creciendo esta visión se fue afianzando por lo que creía que para ser feliz tenía que trabajar y ponerme a la altura de los hombres de éxito. Mi idea del feminismo era que los hombres siempre la tenían fácil en lo que respecta al éxito profesional y que las mujeres teníamos que hacer doble esfuerzo para alcanzarlos. Que ellos sólo querían reprimirnos y que nosotras teníamos que hacernos un lugar en ese mundo tan dominado por el género masculino. Por ende creía que las mujeres solamente íbamos a ser felices cuando pudiésemos liberarnos de esa presión y podamos reclamar un espacio en el mundo laboral. Ser independientes, tener nuestro dinero y gastarlo como queramos. Demostrarles al mundo entero que nosotras también somos capaces de ejercer presión social y tomar lo que nos pertenece.

Básicamente me sentía inferior a los hombres por mi condición de mujer. Por lo que al tratar de ganarme un lugar en esta sociedad patriarcal tenía que renunciar o dejar de lado todo lo que me define como mujer. Lo irónico es que por todo esto me creía una feminista, que defendía el derecho de la mujer de romper los grilletes del hogar.

Con esta postura, miraba a las mujeres que elegían quedarse en su casa y cuidar de sus hijos como mujeres que lo hacían porque no les quedaba otra, mujeres que aún con excelentes títulos universitarios renunciaban a sus sueños de libertad para atender a sus hijos y su marido. Cuando las veía preparando tarjetitas para los cumpleaños de sus hijos o planeando encuentros escolares creía que estaban desperdiciando su potencial.

¡Cómo cambió mi visión la maternidad! Con ella desperté mi lado femenino totalmente dormido. Cuando mi vientre crecía y crecía a medida que mi hijo iba tomando forma, yo me sentía más femenina que nunca. Recuerdo que en los últimos meses mi silueta era como la de un lavarropas y sin embargo yo me sentía super sexy, totalmente enamorada de mi panza de embarazada. Ya desde ese momento mis preconcepciones empezaron a caer una por una, porque si bien yo ya trabajaba nada de lo que ganaba lo consideraba mío, sino más bien pensaba en qué le podría comprar o qué podría necesitar mi bebé. En vez de estar pendiente de insertarme en el mundo profesional lo que pensaba o mejor dicho lo que me gustaba hacer era acostarme en la cama y acariciar mi vientre mientras le hablaba a mi bebé.

Una vez que nació mi bebé sólo quería estar con él, aún hoy solo quiero estar con él. Ahora solo leo libros o notas respecto de maternidad y crianza. Soy más consciente de que nuestros hijos nos necesitan junto a ellos, necesitan que estemos ahí. Ahora pienso en otras mamás y como ellas no veo la hora de poder estar con mi hijo cuando empiece la escuela y ayudarlo con los deberes, de prepararle sorpresitas y organizar sus cumpleaños.

Ya no pienso que como mujer estemos desperdiciando potencial al estar con nuestros hijos. Lo que la maternidad me cambió es esa absurda visión de que para ser una mujer realizada tenía que trabajar y tener éxito laboral. ¡¡¡Qué absurdo!!! Ahora creo que ni siquiera los hombres se realicen con el trabajo, o por lo menos que no deberían hacerlo. Creo que el trabajo es solo un ingreso de dinero que te sirve para ser feliz en los otros ámbitos de la vida, que sí te permiten realizarte, pero como persona. Obviamente que es mejor trabajar en lo que te gusta pero es solo un trabajo y no algo que te defina como persona.

Ahora solo quiero estar con la persona que más me necesita porque eso sí me hace feliz, ayudarlo, acompañarlo y junto a mi esposo verlo crecer para no perder de vista ningún detalle. Ya no creo que las mujeres tengamos que envidiar a los hombres porque puedan ascender más fácilmente en el mundo laboral. En el momento que sentí a mi hijo moverse por primera vez en mi vientre me di cuenta de que no teníamos nada de qué envidiarlos, que ser mujer es lo mejor que me pudo haber pasado en la vida.

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